Tuesday, November 07, 2006

Literatura erótica

Palabras que encienden


Etiquetada de “género menor”, en algunos tiempos vigilada y perseguida hasta el punto de llevar a la carcel a sus autores o relegarlos al anonimato, muchas veces vergonzante para los lectores ávidos de ardor, escondida en los últimos estantes de las librerías y bibliotecas, siempre cuestionada; la literatura erótica consigue el más difícil de los objetivos: involucrar al cuerpo en la palabra, conmoverlo, movilizarlo.

Por Natalia Ferretti

A los quince años le robaba a mis padres dos cosas: cigarrillos y libros. Por entonces no fumaba tanto como ahora, pero sí leía bastante. Era noche cerrada de invierno, lo recuerdo muy bien y acababa de terminar un libro, cuyo nombre no recuerdo, sobre las hijas del Zar Nicolai que me había parecido divertido salvo porque carecía de suspense: ya conocía el final, todos se morían. ¿Qué iba a leer a continuación? Nada de la biblioteca llamaba mi atención y entonces encontré en el último estante, ocultos detrás de unos adornos de cerámica esmaltada de muy mal gusto, una serie de libros envueltos, forrados con papel de revistas. El descubrimiento no me sorprendió, ya había visto otros libros camuflados así, libros de teoría política o de "autores prohibidos" que mis padres habían escondido durante la dictadura militar y que mantuvieron así aún mucho después, por un miedo casi patológico. Tomé uno y lo abrí: Memorias de una princesa rusa, autor Anónimo. Pensé que era perfecto porque enlazaba con el anterior y además me interesaba saber qué podría tener ese libro de "prohibido". Me ubiqué en mi rincón de lectura con tres cigarrillos hurtados sigilosamente para la ocación y empecé a leer. Ya clareaba cuando cerré el libro después de haberlo devorado gustosamente. Esa fue mi primera inmersión en el mundo de la literatura erótica-pornográfica-guarra-chancha-calenturienta: el diario íntimo de la princesa Vávara Softa desde sus nada tiernos catorce años, cuando empieza a vivir un verdadero "periplo orgásmico". A partir de ahí leí toda la colección de “libros camuflados” de la biblioteca paterna, tan en secreto como robaba los cigarrillos, hasta que los terminé y comencé a armar la mía propia.

Tanto el escribir como el leer literatura erótica, literatura que recurre a la sensualidad y la excita, provoca aún hoy cierto escozor, vergüenza y hasta remordimiento; porque esa escritura y esa lectura son actos masturbatorios y, aunque hoy pareciera poder hablarse abiertamente de las relaciones sexuales de toda índole, color y sabor, asumir la práctica hedonista, la práctica masturbatoria, todavía equivale a confesarse infantil, cobarde, incapaz de llegar al intercambio sexual. ¡Pues no! En el acto de darse placer, el hombre/la mujer ejerce su capacidad de imaginar y aprende sobre su propio goce. La literatura erótica aporta un gran cúmulo de fantasías al imaginario personal, estimula el deseo y lo canaliza… ¡si, calienta!
Las situaciones, tópicos e ideas expuestas en las obras eróticas son más o menos siempre las mismas: todas las formas posibles del acto sexual, la iniciación, la dominación, la sumisión, el poder, el dolor, lo bello, lo asqueroso, lo escatológico, "lo prohibido"; el cuerpo exaltado, maniatado, penetrado, violentado, abierto, voluptuoso, lamido, inflamado, luminoso, entregado, poseído; la expresión de un mundo privado, oculto, secreto. Así, abunda la narración en primera persona, en particular en forma de epístolas o diario y muchas obras eróticas son "diarios verdaderos" donde "personas reales", muchas veces ocultas detrás de un seudónimo, exponen sus fantasías y sus experiencias sexuales, explicándolas detalladamente y explicándose a sí mismas también en otros planos que no son su vida sexual sino simplemente su vida y entonces el acto de escritura, al mismo tiempo que acto de búsqueda del placer (de inspiración libertina), adquiere un carácter confesional y a veces hasta se transforma en un acto expiatorio (de inspiración cristiana).
La eterna discusión y objeción al género es la necesidad de definir "lo erótico" diferenciándolo de lo pornográfico y lo obsceno. Lo “sugerente” sería erótico, lo "explícito" sería pornográfico y obsceno. Esta necesidad diferenciadora no aporta a la definición ni a la clasificación de una obra, todo depende de la recepción del lector: lo que para algunos puede resultar altamente escandaloso, para otros puede ser una sutileza. Una obra erótica es verdaderamente “erótica” cuando lleva el erotismo por caminos imprevisibles, cuando la carga sensual se sumerge en un contexto, en una historia con densidad: una mera sucesión de escenas sexuales no hace que una obra erótica sea buena-erótica, porque como en la vida, el acto sexual, en su infinito espectro de posibilidades, es sólo la parte de un todo más complejo. De la diestra o siniestra pluma del escritor depende que la carga erótica se encabalgue en una "historia multicapa", en la que el sexo, es sólo una.
El poder de la palabra que conmueve al cuerpo hace que la historia, el contexto en el que se desarrolla, las ideas que plantea, penetren muy profundamente, quedando prendadas al lector, que se identifica o distancia de la intimidad expuesta, pero que nunca permanece indiferente; hasta el punto en que a veces se ve movilizado a apartar las manos del libro y los ojos de la lectura para no volver a retomarla nunca más o para satisfacer la necesidades y deseos de su cuerpo que late.


Algunos clásicos de la literatura erótica


La alfombrilla de los goces y los rezos.
Li Yu. Publicada por primera vez en 1657 bajo seudónimo, esta obra clásica del género erótico y una de las más célebres novelas chinas, circuló libremente desde su publicación hasta la creación de la República Popular Comunista en 1949. La historia narra la iniciación de un joven estudioso del zen que, antes de tomar los hábitos, se sumerge en la vida libertina. Con una sólida trama dramática el autor reflexiona sobre el libertinaje como vía del conocimiento humano. Un claro antecedente del Fanny Hill.

Fanny Hill. John Cleveland. Obra erótica de referencia, desde su publicación, en 1749, influyó en el género hasta bien entrado el siglo XIX. Narra las aventuras, desventuras y humores de una prostituta que deviene toda una Señora sin renegar de su pasado libertino, una verdadera provocación para los cánones de la época.

Justine o Los infortunios de la virtud.
Marqués de Sade. El "divino marqués" merecería todo un artículo. Sus obras han influenciado toda la literatura erótica posterior y ha promovido infinidad de obras, estudios y artículos en la más variada rama de materias. Del apellido del autor, encarcelado varias veces por su obra, proviene el término "sadismo". Se presume que los primeros borradores de Justine, su obra más famosa, fueron escritos durante un extenso período de encierro en La Bastilla alrededor del año 1788. En palabras del propio Marqués a su mujer Constance en una carta: «[El objetivo de esta novela es el de] presentar por todas partes al Vicio triunfante y a la Virtud como víctima de sus sacrificios; a una desgraciada vagando de desventura en desventura cual juguete en manos de la maldad, entregada a todos los desenfrenos, al albur de los gustos más bárbaros y más monstruosos, aturdida por los sofismas más atrevidos y más perversos, presa de las seducciones más hábiles, de las sumisiones más irresistibles; (…) atreverse en resumen a las descripciones más osadas, a las situaciones más extraordinarias, a los pensamientos más espantosos, (…) con el único fin de obtener de todo ello una de las más sublimes lecciones de moral que el hombre haya recibido jamás». El hecho de que las desventuras de la joven Justine se deban a su virtud y que por el contrario el éxito de sus enemigos se deba a sus vicios es ciertamente impactante y fue intolerante para la época. Igual de impactante son las descripciones de toda clase de performances sexuales en sus más mínimos detalles y la descripción de una Iglesia oscura, corrupta, enemiga de la virtud, perversa. Cabe aclarar que aunque Justine sea la obra más conocida de Sade, no es la mejor, ya que no se exponen en ella los planteamientos filosóficos que sí abundan en otras de sus obras (Los 120 días de Sodoma y Filosofía en el tocador, por ejemplo) y que son el fundamental aporte de este autor a la literatura universal.

Grushenka, tres veces mujer. Anónimo ruso. Supuestamente escrito en la segunda mitad del S. XVIII, el origen de la obra sigue siendo hoy un misterio. Grushenka está considerada como una Fanny Hill rusa. Su vida, desde la esclavitud hasta que se transforma en dueña de uno de los más célebre prostíbulos de Moscú, es un continuo aprendizaje sobre las variedades del sexo y sobre la psicología de sus amos.

El impudor de la mirada.
Octávio Lothar. Basada en un manojo de cartas adquiridas por el autor escritas por una tal Denise, al parecer contratada para supervisar la «economía libidinal» de un harén oriental. Misiva a misiva, la mujer describe a su lejano amado los aspectos de la vida en un recinto al que la mayoría no tiene acceso: toda la sensualidad de un lugar secreto donde numerosas mujeres tienen sólo un deseo, alcanzar ser apetecibles a un hombre, el sultán, al que temen y adoran.

Memorias de una cantante alemana. Wilhelmine Shroeder-Devrient. Atribuida a la famosa cantante Wilhelmine Schroeder-Devrient, muy admirada en su época, la obra fue publicada por primera vez en Altona en 1862 y hasta el día de hoy sigue siendo la más apreciada de la literatura erótica germana. Las memorias, narradas en forma de cartas a un prestigioso médico en tono confesional, meditan sobre las relaciones sexuales, sus represiones, sus conflictos y reflexiona sobre las distintas costumbres sexuales de los países que recorre.

Memorias de una pulga. Anónimo. Biografía de una pulga (¡!) desde que decide vivir en la entrepierna de Bella, una adorable y virtuosa joven que, luego de su iniciación en las artes amatorias se sumerge en una vida lujuriosa. Publicada por primera vez en Gran Bretaña en 1881, tiene todos los elementos que caracterizan la literatura erótica inglesa de finales del S XIX: jovencitas virginales, mujeres adúlteras, sacerdotes perversos y performances orgásmicas. Arremete contra la hipocresía de la Iglesia y las costumbres sexuales de la época.

Mi vida secreta I y II.
Autor Anónimo. Por sus detenidas descripciones y las variadas situaciones que describe ha sido calificada como la novela erótica más importante de la época victoriana. Publicada por primera vez en Londres en 1894, la obra narra la vida de Walter, nombre con el cual el autor oculta su identidad, desde su temprana iniciación en el sexo hasta el fin de su «carrera amatoria», su trayectoria de la lujuria a través de cientos de encuentros con nodrizas, prostitutas, primas, actrices, hombres y esposas de otros hombres. En la obra confluyen tres importantes tradiciones: la pasión por describir hasta las más extrañas prácticas sexuales, la búsqueda de la verdad del placer mediante la escritura y la necesidad confesional.

Manual de urbanidad para jovencitas. Pierre Louÿs. Data de fines del siglo XIX. El autor desvela la hipocrecía que impedía a la literatura de la época acercarse a la sexualidad. El mayor aporte del libro es el descubrimiento del verdadero deseo erótico femenino, hasta entonces mero souvenir del masculino. Escenas eróticas en su momento más álgido.

Las oncemil vergas. Guillaume Apollinaire. Publicado con las iniciales del autor entre 1906 y 1907. Pederastia, safismo, necrofilia, bestianismo... mezclados armoniosamente en abundantes escenas conmovedoras.

La venus de las pieles.
Leopold von Sacher-Masoch. Obra inspirada en la peculiar relación amorosa de Sacher-Masoch con Fanny von Pistor, con la que firmó un contrato por el cual se comprometía a ser su esclavo y satisfacer todos sus deseos por un determinado lapso de tiempo. Después firmaría un acuerdo similar con la que se convertiría en su esposa, Aurora Rümelin. Esta es una obra de referencia obligada para quien quiera ahondar en los abismos de la sensualidad humana que contiene todos los símbolos que han pasado a definir el "masoquismo" (término que deriva del apellido del autor). Según el filósofo francés Gilles Deleuze, que dedicó un largo estudio a La Venus de las pieles, «la obra de Masoch concentra todas las fuerzas del Romanticismo alemán. En mi opinión, ningún otro escritor empleó con tanto talento los recursos de la fantasía y del suspense. Tiene una manera muy particular de “desexualizar” el amor pero, a la vez, de sexualizar por entero toda la historia de la humanidad».

Historia de O. Pauline Réage (Seudónimo de Dominique Aury). Publicada en por primera vez en Francia en 1954, la obra supo reflejar los deseos, necesidades y fantasías, no sólo de los hombres y mujeres de su época, sino también de muchos otros a lo largo del tiempo y en los más diversos lugares del mundo donde se publicó con una recepción increíble, hasta convertirse en uno de los libros más publicados desde El pequeño príncipe de Saint-Exupéry. La obra narra la vida de O, raptada por su propio amante y conducida al castillo de Roissy donde es sometida a toda clase de torturas y humillaciones, mansamente, por amor a los dos hombres que considera sucesivamente sus amos: Renée (su novio) y Sir Stephen. Exquisitamente narrada, la Historia de O, resaltando la voz y el goce femeninos, refleja todo un inmenso espectro de fantasías sexuales hasta el punto de poder leerse enteramente como una fantasía.

La historia del Ojo. George Bataille. Obra maestra de la literatura erótica. De inspiración surrealista, en esta historia se concatenan las preocupaciones que el poeta, novelista y ensayista francés desarrolla en su obra: el sexo, la muerte y la fe. El personaje Simone, transgrediendo conscientemente cualquier norma de comportamiento sexual admitida, es la encarnación del deseo inconsciente y además de lo prohibido y entonces del placer que, por ser fruto del mal, sólo puede conducirla al castigo: la muerte. Del mismo autor es Madame Edwarda (publicada inicialmente con el seudónimo de Pierre Angélique), El muerto y La Madre y también los ensayos El Erotismo y Las lágrimas de Eros.


Nota al pie

Es imposible reseñar en tan menudo espacio las obras eróticas más relevantes; pero algunos otros autores de referencia del género, expuestos en desorden, son: Apolollinaire, Anaïs Nin, Henry Miller, Vladimir Nabokov, Marguerite Duras, Charles Bukowski. También hay otros escritores que han abordado el género en alguna que otra de sus obras como D.H.Lawrence, E.T.A. Hoffman, Vargas Llosa o Almudena Grandes, sólo por mencionar algunos.
Para los lectores que aprecien la palabra erótica, recomiendo ampliamente la colección de una importante Editorial cuyo nombre emula con delicadeza el sexo femenino y cuyos libros son de un sutil color rosado. Pueden encontrarse en muchas librerías de saldos a un precio más que razonable. También abunda la publicación en internet, sobre todo de los clásicos, pero las traducciones no son del todo certeras. Además, para los arqueólogos del género, hay innumerables blogs con narraciones eróticas, sólo se trata de buscar muy bien para encontrar lo mejor.

Wednesday, November 01, 2006